... Y TÁNATOS


En su libro ¿Por qué se ríen las calaveras? (Barral Editores, Barcelona) Serafín hace burla de la muerte, que es la única manera de tratar a esta señora. Camilo José Cela tiene escrito: "Yo me río de la muerte, pero no de la manera de morir".
Hay que tratar a la Parca, se nos dice, con el desenfado que requieren las hetairas: mirándola de frente, sin bajar la vista y con un rictus burlón en la comisura de la boca. Si además la sacamos a bailar, tanto mejor. Aunque la moza no tenga carnes prietas. De verdad, de verdad, que no se nota demasiado.


-Hay mucho truco. Te enamoras de sus hermosas cuencas oscuras y luego es que se las agranda con sombreador




"¡Qué solos se quedan los muertos!", se lamentaba Bécquer. Y qué tristes y desconsoladas, sus viudas, añade Serafín. Pues ellas, en su abismal dolor, se sientan en la lápida para dialogar con el difunto. ¿Será este diálogo más sincero que el mantenido en vida del marido? En todo caso, las viudas se desnudan de retórica. Y de ropa, salvo un ocasional mantón de color negro, que no termina de asentarse sobre sus redondas palideces.
Las mujeres, principalmente las viudas, no mueren jamás. Esto lo sabía Ramón Gómez de la Serna, que aseguraba que no pensamos que una calavera sea de mujer. ¡Debemos hacernos cuanto antes a la idea!


-¡Haberlo avisado Federico! ¡Jolín qué alma tenías!


-No. Si, a pesar de todo, el buen humor, no te falta.


¿Y se reirán los muertos? Descarnados, polvorientos, ataviados con los podridos restos del sudario, ¿tendrán ganas de broma?  "Como te ves, yo me vi; como me ves, te verás", reza el clásico epitafio.  Y el gran Quevedo: "Polvo seré, mas polvo enamorado"...
                                              


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